Petro tensiona la naturaleza política del Acuerdo de México

May 15, 2023 | Columnas de Opinión

«El presidente pone en entredicho la naturaleza política del grueso del ELN, y se casa con una lectura en claroscuro que asume que esa insurgencia es un Jano de dos caras: el fundacional e histórico reivindicado por el cura Camilo Torres, y el otro ELN del presente, caracterizado por un progresivo vaciamiento ideológico, un profundo involucramiento en el circuito de la ‘economía ilícita'».

Fredy Chaverra

Politólogo, Mag. (E). Ciencia Política. Asesor e investigador. Integra la plataforma nacional Defendamos la Paz (DLP).

fredy.chavera@udea.edu.co

Desde que se reactivó el proceso de diálogo con la guerrilla del ELN, el rol del presidente Petro ha oscilado en torno a dos variables: la dinamización y la tensión.

Como agente dinamizador, el presidente, en reiteradas oportunidades, le ha marcado
ritmo a su delegación, no solo porque la considera como la “representación de la sociedad”, sino porque en la necesidad de afianzar la Mesa y de mostrar resultados concretos ha exigido priorizar temas en los ciclos; ha ratificado el acompañamiento de la comunidad internacional, y recientemente, le pidió al gobierno español interceder ante la Unión Europea para sacar al ELN de la lista de organizaciones terroristas.

Ya como agente generador de tensión y sin caer (por el momento) en la tentación de imponer las famosas “líneas rojas”, el presidente le ha tomado reiteradamente el pulso al ELN, así, busca ratificar su voluntad en la Mesa y de paso le demuestra a una opinión pública ávida de resultados que es el gobierno quien lleva la batuta de la negociación.

Un ejemplo de ello se encuentra en sus recientes declaraciones ante la cúpula militar sobre las causas del conflicto armado (desechando los conflictos de ideologías), en las cuales también cuestiona el poder de mando de los comandantes elenos delegados en la Mesa, y, además, considera que la pelea del ELN por el territorio solo responde al afán por controlar la “economía ilícita”.

Por un lado, con esas declaraciones, el presidente pone en entredicho la naturaleza política del grueso del ELN (incluyendo la contraparte en la Mesa) y se casa con una lectura en claroscuro que asume que esa insurgencia es un Jano de dos caras: un ELN del pasado -el fundacional e histórico reivindicado por el cura Camilo Torres- y otro ELN del presente, caracterizado por un progresivo vaciamiento ideológico, un profundo involucramiento en el circuito de la “economía ilícita”, y con un alto grado de autonomía y federalización.

A pesar de que esa lectura no resulta novedosa, ya sea desde una perspectiva académica (como la presentada en la investigación del CINEP ¿Por qué es tan difícil negociar con el ELN?), o como resultado de las alertas de la Defensoría del Pueblo o de informes de inteligencia militar, sí resulta particular que un presidente que le dio carta blanca a su delegación para consensuar una agenda sin “líneas rojas” -incluyendo en el temario el modelo económico y el régimen político-; ahora, salga a cuestionar tan drásticamente la naturaleza política de la contraparte en la Mesa.

Porque las declaraciones del presidente, por encima de todo, generan malestar en esa contraparte y tensionan los verdaderos alcances del Acuerdo de México; es decir, si Petro tiene esa lectura de la guerrilla (y el alzamiento armado en general), me pregunto: ¿Qué se podría negociar con las guerrillas más allá de una clásica receta de Desarme, Desmovilización y Reintegración (DDR)? Porque el maximalista Acuerdo de México -a diferencia del Acuerdo general que suscribió con la extinta guerrilla de las Farc- no tiene algún componente específico para el abordaje de la economía ilícita, ya sea narcotráfico o minería criminal.

De ahí que la delegación del ELN -auto percibido como una organización político armada insurgente- rápidamente salió a ripostar esas declaraciones (al momento de escribir esta columna el Comando Central no había expedido un comunicado) y hasta puso en entredicho la seriedad del proceso de diálogo, una reacción esperada y que se ajusta al tamaño de sus expectativas, reafirmadas, para bien o para mal, en el juego que el mismo gobierno le otorgó en el diseño del Acuerdo de México.

Por eso, la tensión es sobre la naturaleza política de ese Acuerdo y sus alcances en el corto y mediano plazo para “superar el conflicto armado que ha tenido lugar por seis décadas, erradicar la violencia para tramitar las contradicciones políticas, económicas y sociales, pactar trasformaciones democratizadoras y avanzar hacia la reconciliación nacional”.

Un factor de tensión que tal vez se podrá disipar con los días, pero que sí deja claro que la negociación será harto difícil, así que aquellos que piensan (de muy buena fe) que esta será la última oportunidad del ELN para negociar un acuerdo de paz, tal vez solo se encuentren (por el momento) del lado del gobierno.

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de ISEGORÍA al respecto.