Aportes de las primeras líneas y de los procesos de resistencia al Comité Nacional de Participación
«En medio de la crisis del proceso de paz con esta guerrilla, las primeras líneas lograron proponer espacios sui generis dentro del panorama de validación en el que se convirtieron los espacios de participación, lograron aportar a la construcción de paz con carácter y con formas propias».
Andrea Arango Gutiérrez
Coordinadora de Relaciones Internacionales
de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Antioquia
andrea.arangog@udea.edu.co
Escucha este artículo
Desde el acuerdo No. 9 que creó el Proceso de Participación de la Sociedad en la Construcción de la Paz, se reconocieron 30 sectores, grupos, comunidades y organizaciones de la sociedad civil para hacer parte del Comité Nacional de Participación (CNP) y protagonizar los encuentros territoriales para aportar en la construcción de paz. En el sector de Jóvenes y en la Comisión 4 entraron las primeras líneas de Cali y de Bogotá.
A partir de este espacio ganado para incidir en la agenda de la construcción de paz en Colombia, las primeras líneas y los procesos de resistencia de estas dos ciudades construyeron su propia metodología y espacios de participación con autonomía del CNP, del Gobierno Nacional y del ELN. En estos espacios se hicieron visibles fuertes críticas a este proceso de paz y a su forma de llamar a la sociedad civil; así como un compromiso vital de una juventud popular que ha resistido a las injusticias más estructurales, y que, aun así, no está dispuesta a sacrificar su vida en la guerra.
En medio de la crisis del proceso de paz con esta guerrilla, luego del secuestro del padre del futbolista Luis Díaz, y del abrupto cese de encuentros territoriales de la sociedad civil; es importante recoger los aprendizajes que dejó este acuerdo No 9 y reconocer los aportes que los encuentros con las primeras líneas hicieron, porque lograron proponer espacios sui generis dentro del panorama de validación en el que se convirtieron los espacios de participación. Este actor en cambio logró aportar a la construcción de paz con carácter y con formas propias.
El espacio de participación ganado por las primeras líneas de Cali y Bogotá pudo además extenderle la invitación a las primeras líneas y a las resistencias del estallido social del 28 de abril del 2021 de Medellín y del área metropolitana del Valle de Aburrá. Así fue como lograron realizarse espacios de participación para aportar a la construcción de paz con el ELN en Cali, el 20 de octubre; en Bogotá el 28 de octubre; y en Medellín el 14 de noviembre.
La autonomía que estos procesos lograron frente al CNP les permitió tres grandes logros que a su vez se convirtieron en valiosos aportes a la misión colectiva de construir paz:
- Construir una metodología propia que evita el desgaste y la revictimización de la sociedad civil.
- Posicionarse como actores políticos autónomos con agendas propias y con capacidad de articularse a nivel nacional sin dejarse cooptar por viejos movimientos sociales.
- Demostrarle a las partes en disputa que la resistencia y la lucha por la vida digna no tiene que ser estatal ni insurgente, pero sobre todo que no puede ser armada.
Esa metodología propia fue el primer logro frente al CNP porque se alejó de las tres preguntas recurrentes que se hacían en los espacios de participación de los sectores de la sociedad civil que participaban, en donde se les preguntaba cómo se soñaban el régimen político, el sistema económico y la relación con el medio ambiente.
Lo cual era desgastante porque creaba un espacio más de participación sin incidencia para diagnosticar los problemas sobrediagnosticados de Colombia; y revictimizante porque suponía crearle la agenda de negociación a dos partes enfrentadas en un conflicto bélico durante 59 años, que debería tener claro cuál es su visión del régimen político, del sistema económico y de la relación con el medio ambiente, así como las razones por las cuales esos puntos han sido objeto de disputa; así mismo, la sociedad civil que participó de estos espacios tenía derecho a conocer esas posturas contrarias antes de aportar las propias.
En cambio, la metodología propuesta por las primeras líneas y los procesos de resistencia de Bogotá y Cali era fresca y novedosa, se basaba en generar reflexiones en torno a la necesidad de la participación de la sociedad civil en cualquier proceso de paz, para así lograr en efecto prácticas cotidianas que aporten a la construcción de paz; así como en la importancia de dar a conocer este proceso de paz a través de estrategias comunicativas juveniles como la construcción de fanzines para enviarlos a regiones apartadas.
El segundo logro fue mostrar la capacidad organizativa y logística para articular las primeras líneas y los procesos de resistencia no sólo de Bogotá y Cali; sino de Medellín, así como generar acercamientos con otras ciudades como Pasto y Popayán: Gestionaron espacios y recursos, articularon con actores externos y estratégicos, sistematizaron su información y la suministraron al CNP garantizando el cuidado de cada persona que participó del espacio. Lograron hacer de cada encuentro un ejercicio de ciudadanía, un ritual para la unión y la sanación colectiva; todo lo que les permitió convertir esta participación en una posibilidad de futuras articulaciones para la participación en otros espacios de incidencia para aportar a la construcción de paz en Colombia.
Esta capacidad les permitió además sentar un punto clave frente a la participación de la sociedad civil, y es que, si bien es valioso que se tenga en cuenta a la misma en un proceso de paz, la sociedad no puede ser mera validadora y legitimadora de las agendas de los actores de la guerra; porque la sociedad civil es un actor autónomo y diferente del Gobierno Nacional y del ELN. Adicionalmente, estos procesos de resistencia juveniles son nuevos y han creado repertorios propios de acción colectiva que están atravesados por la espontaneidad y el cariño, todo lo cual se aleja de los viejos slogans o prácticas organizativas de la izquierda colombiana.
Finalmente, la posibilidad de las primeras líneas de participar como sociedad en el acuerdo con el ELN, es un reconocimiento político frente a sus apuestas desde las resistencias, que están atravesadas por la construcción de paz. Este nuevo actor de la esfera pública emergió haciendo actos de resistencia no propiamente pacíficos, pero sí no-violentos, en contra de una represión policial brutal y que así mismo se negó a empuñar las armas para engrosar filas de actores ilegales. Una juventud que, sin educación, sin empleo, ni condiciones de vida digna decidió trabajar en colectivo para resolver la subsistencia y aportar a las vidas de sus comunidades a través de la solidaridad y la autogestión.
Es mucho lo que los actores armados deben aprender de los procesos organizativos que han decidido apostarle a la paz en medio de condiciones tan difíciles como en las que vivieron quienes decidieron empuñar un arma.