La sotana de Camilo Torres
“El ELN de Camilo, el que tal vez el Petro guerrillero reconoció en su paso inicial por el M-19, no es el mismo ELN con el que el Petro presidente busca negociar una salida al conflicto armado”.
Fredy Chaverra Colorado
Politólogo, Mag. Ciencia Política. Asesor e investigador. Integra la plataforma nacional Defendamos la Paz (DLP).
chaverra01@gmail.com
El presidente Petro es un hombre que tiende a concentrar su intempestivo sentido de la nostalgia en algunos objetos, ya sea la espada de Bolívar, ya sea el sombreo de Pizarro, para el presidente, esos objetos no solo son poseedores de una enorme carga histórica, sino que además, y eso se ha hecho muy evidente en lo que va de su mandato, restituyen la visión de la historia que su gobierno busca continuar, aunque, en honor a la sensatez, no deja de ser una mera elucubración de su memoria sentimental.
De ahí que no sorprenda que en medio de la crisis que tiene al borde del precipicio el proceso de negociación con el ELN, el presidente, en una movida con un acento más simbólico que práctico, haya echado mano de la sotana del cura Camilo Torres Restrepo para ofrecerla como prenda de garantía, pero no de garantía para darle continuidad al diálogo con los elenos, sino de garantía para que la dirigencia de esa guerrilla restituya el sentido primigenio que motivó su alzamiento armado, encarnado en el valor y la gesta de Camilo Torres.
No es la primera vez que Petro le recuerda a esa guerrilla el camino de Camilo, tan solo hay que recordar que iniciando el año, mientras el proceso ingresaba al congelador, el presidente advirtió que el ELN tenía dos caminos: “o el camino del padre Camilo Torres Restrepo o el camino de Pablo Escobar”. Esa remembranza ciertamente desesperada al legendario “cura guerrillero” -que no resiste comparación alguna con uno de los peores criminales que ha parido estas tierras- ha caído constantemente en saco roto, a mi juicio, por dos motivos:
Primero, porque Camilo Torres no es una figura con relevancia política en nuestro tiempo; si es una figura histórica y reverenciada en círculos intelectuales o académicos de izquierda, pero nada más, no se trata de un mártir sobre cuya imagen se alcen los pueblos oprimidos del mundo o cuyo legado tenga alguna continuidad política; y segundo, porque el ELN de Camilo, el que tal vez el Petro guerrillero reconoció en su paso inicial por el M-19, no es el mismo ELN con el que el Petro presidente busca negociar una salida al conflicto armado.
Nada más alejado de la realidad. La gesta de Camilo Torres tuvo sentido e impacto en su tiempo. Solo en su tiempo. Su figura continental inspiró a toda una generación ansiosa de “tomarse el cielo por asalto”, eso es algo que no pongo en duda, pero ese mundo simplemente ya no existe -y el pedazo de cielo que sí se tomó por asalto se convirtió en un verdadero infierno- y ahora pretender restituir ese sentido de origen solo puede ser considerado a efectos prácticos como un devaneo nostálgico. Nada extraño en un presidente nostálgico.
Y sí me es permitida una metáfora bastante facilista: si el cura guerrillero volviera de su tumba, resurgiera en vida en los confines de este país tan herido como resistente, al ver en lo que se ha convertido la guerrilla en la que alguna vez militó, su única y desesperada acción se reduciría a taparse -en franco gesto de vergüenza- el rostro con la sotana.
La misma sotana que ahora Petro ofrece como prenda de garantía. Pero no para que el ELN vuelva a transitar por la senda de Camilo -más fácil el cura vuelve de su tumba-, más bien, para forzar su visión sobre lo que debe ser el ELN, puesto que Petro tal vez considera que esa guerrilla conserva la motivación camilista que seguramente le reconoció en su juventud. Si la conservaba en esos días creo que hace rato la perdió, y si, en gracia de discusión, tiene alguna motivación en ese sentido -algo que cada vez se pone más en entredicho en un mundo que no es el de Camilo-, el presidente no la ha podido comprender.
En eso peca de excesiva ingenuidad. Solo basta recordar que en plena temporada electoral -convencido de su capacidad para alterar los enrevesados hilos de la historia de llegar al poder- el Petro candidato afirmó que de ganar la elección “en tres meses se acababa el ELN porque llegaba la paz”. Ni tres meses, ni dos años, ni cuatro años, porque para el ELN de estos tiempos parece que no hay devaneo nostálgico -o sotana sagrada- que valgan.