La vida o la muerte

Nov 25, 2025 | Columnas de Opinión

El 21 de noviembre de 2025, durante la entrega del lugar de memoria para las víctimas de violencia política de la Universidad de Antioquia, el profesor leyó las siguientes palabras.

Leyder Perdomo Ramírez

Profesor Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

Pese a que de manera insistente arengó en las asambleas estudiantiles “¡El que tenga miedo, que se compre un perro!”, Gustavo Marulanda también se permitió el miedo y 15 días antes de que lo asesinaran había aceptado el regaño de amigos y compañeros y se preparaba para su exilio. En Tavo la resistencia se manifestó en seguir la vida, en seguir biológicamente vivo, pero también en tratar de vivir como cualquiera, así pareciera ingenuo. El día en que 9 balazos paramilitares acabaron con su vida, se dirigían con su novia para un sauna, a descansar, a un parche de sábado por la tarde.nUn acto simple y significativo de resistencia.

Héctor Abad Gómez era un viejito jubilado, enamorado del jardín de rosas al que le dedicaba los domingos en su finca.

El lenguaje preferido de Soraya Cataño eran la mímica, La Flaca amaba reírse y hacer reír a la gente, los juegos y los chistes eran su arma más vital, la letalidad no era su lenguaje, a diferencia de sus verdugos.

Jesús María Valle también amaba estar vivo, por eso sus modos de abogado bonachón de la vieja guardia: vanidoso, desordenado, rezandero y enamoradizo; a cargo de las fiestas familiares, bailador inspirado, aunque sin talento.

Que por honorarios recibía fincas, carros o bultos de naranjas, que en todo caso eran insuficientes por su generosidad y no alcanzaban para tanto regalo repartido, tantas cuentas de servicios públicos ajenos por pagar, la ropa que dejaba en la cárcel Bellavista y los aguardientes que impartía y no se tomaba en las fiestas.

Paula Ospina amaba a Cortázar, más que a la lucha, más que a sus novios, más que a la vida. Corrijo, amaba a Cortázar porque era un cimiento para su vida, porque sabía que leer es otro escenario para la lucha, porque así se enamoraba y enamoraba a sus novios; porque amaba estar viva.

Camilo Agudelo no era muy talentoso como lateral derecho, pero su lugar en el fútbol era la tribuna, la pasión le habitaba el pecho; tanto que le cupo el matrimonio entre la revolución, Camilo Torres y el Poderoso Deportivo Independiente Medellín, con todo y su vocación por la derrota.

Y es que el fútbol se ama y se juega de muchas formas, Julián Orrego lo jugaba como una posibilidad transformadora para las vidas de niñas y niños de La Loma que eran atormentados por la soledad o la pobreza.

Stefany Orrego Bedoya era la síntesis viva de la Universidad, todos los bloques, las pasiones y los saberes universitarios cabían en su cuerpo. Era una amante de la química, quizá la futura Marie Curie, pero también un espíritu sensible que danzaba, pintaba, dibujaba y se conmovía con un girasol, además una conciencia preocupada ante tanta injusticia. Era una hija tierna y rebelde, una pelada sencilla, pero siempre regia, una amiga muy tierna.

Magaly Betancur tenía en la guitarra otra forma de estar en el mundo, Sui géneris, Silvio, Fito y Soda Estéreo le acompañaban los días, las dudas. Tiempo antes de su muerte el 10 de febrero de 2005, se preguntó sí debía hacer caso, si su rebeldía tenía asidero en la obediencia, si el sacrificio era el costo que debía pagarse.

De todas y todos nuestros muertos y desaparecidos, sabíamos que cayeron ante la amenaza liberticida, las balas asesinas o el accidente verdugo, que han muerto y que son nuestros, pero poco nos hemos detenido a pensar en que también fueron nuestras pérdidas. Que además de luchadores y luchadoras por alguna emancipación, eran amigos charros y cariñosos, hijas que hacían más soportable la existencia, papás y tíos amorosos, las estudiantes y profes más tesas, la lectora voraz, el hincha fiel, la bailarina talentosa, el malgeniado, la persistente, el tierno, el desordenado, la terquedad, la duda…

Que este sea el tiempo en que dejemos atrás la cruz arrastrada por siglos y entendamos que derramar la sangre no es la única forma para la redención; que entre quienes la derramaron no estaba el deseo de “ofrendar” la vida y la libertad, que así dejemos de exonerar a asesinos y represores que las arrebataron.

Que este sea el tiempo en que no solo creamos en nuestra épica, que en las simples cosas encontremos lo que perdimos; un tinto, una clase, una conversación, una opinión, un arrepentimiento, el futuro, algún orgasmo clandestino.

Que este sea el tiempo en que hagamos la memoria de otro modo, no solo recordando el agravio y la ofensa; encontrando un motivo de lucha, no en la muerte o el liberticidio, sino en la vida que sobrevive, que no se pierde, que persiste como el mejor parte de victoria. Que este sea el tiempo en que admitamos que estamos más presentes en el fragor de la lucha, que en la quietud de la muerte.