Un proceso de paz que se cierra con sangre

Ene 28, 2025 | Columnas de Opinión

«Ya lo que sigue es reflexionar sobre la dimensión del fracaso, los alcances de la expectativa derruida y las ofensivas armadas que, tanto el Gobierno como el ELN, emprenderán en los próximos meses».

Fredy Chaverra Colorado

Politólogo, Mag. Ciencia Política. Asesor e investigador. Integra la plataforma nacional Defendamos la Paz (DLP).

chaverra01@gmail.com

Y el hilo se rompió. La Mesa de diálogos con el ELN, el proceso estelar de la Paz Total se reventó en una escalada violenta que va graduando a enero como el mes más violento en lo que va del Gobierno Petro. De poco sirvió que a finales de noviembre del año pasado las delegaciones hubieran decidido retomar los ciclos este enero y así oxigenar una Mesa que cumplía un año en franco estancamiento. Sin embargo, la resolución definitiva para dinamitar los diálogos vino por el lado del ELN y así el presidente Petro se dio un fuerte topetazo con la realidad, pues el 2025 no será, tal como anunció en un trino navideño, el año “de la paz como un propósito nacional”.

Se veía venir, lamentablemente. La Mesa perdió gran parte de su dinamismo hacia mediados de 2023 y las intenciones de los elenos, tras concluido su VI Congreso, no arrojaron buenos vientos para la apuesta por una salida negociada. Esa indefinición sobre la paz o la continuidad (profundización) de la guerra, se vio agravaba -como un correlato que en relación al ELN tiene una gran importancia- tras el fraude electoral perpetrado por el régimen de Maduro en Venezuela. La Mesa se convirtió en un Titanic que tocó el fondo oceánico de la incertidumbre tras una escalada violenta en una región estratégica que los actores armados se disputan a sangre y fuego.

Y hasta las formas o procedimientos de resolución de controversias pasaron a un lado, puesto que al día siguiente de que Petro catalogara a la guerrilla como una organización “narcoarmada”, la Fiscalía reactivó las órdenes de captura contra sus dirigentes y en cuestión de horas ya figuraban en carteles de los más buscados. No se procedió de la forma habitual, es decir, con sendos comunicados por parte de las delegaciones, el llamado de la sociedad para “no levantarse de la Mesa”, o la intermediación de la Iglesia Católica. Nada de eso, el presidente tomó la decisión ipso facto y volvió realidad su afirmación de septiembre de 2024: “Se cierra un proceso de paz con sangre”. 

Ya lo que sigue es reflexionar sobre la dimensión del fracaso, los alcances de la expectativa derruida y las ofensivas armadas que, tanto el Gobierno como el ELN, emprenderán en los próximos meses. No se pinta un buen panorama para la búsqueda de la paz y todo parece indicar que mucha sangre va a correr antes de que el ELN se vuelva a ver con el Gobierno -sea este o cualquier otro- en una Mesa de diálogos.

Ahora bien, como sectores de la sociedad civil, comprometidos con la paz y con la salida negociada, también debemos hacer una critica sobre nuestro rol ante semejante fracaso, aunque la responsabilidad mayor recae en la indefinición del ELN y la priorización de su estrategia de copamiento armado, también debemos admitir que el proceso nunca estuvo “blindado” por una sociedad que comprometiera a todas las partes a insistir hasta el final, ya sea por desafecto, ya sea por desconfianza, ya sea porque los colombianos están agotados de los procesos de diálogo, la “cuestión elena” nunca fue una prioridad en la agenda de la sociedad civil y quedó relegada a las elucubraciones de la fracasología nacional.

Pero la responsabilidad principal recae en el ELN, en su indefinición sobre la paz, su ceguera histórica y su monumental incomprensión del momento político. Por eso, no me cabe la menor duda de que si se vuelve a explorar otra Mesa de diálogos será con otro ELN, no será con el que no le creyó a Petro -un exguerrillero que firmó un acuerdo de paz hace tres décadas-, sino con otro ELN, no sé de qué naturaleza o alcances, pero otro.

Preocupa que este clásico déjà vu eleno desencadene un efecto dominó en el resto de los procesos de la paz total, mucho más cuando ninguno goza de gran avance y se encuentran empantanados en tamañas incertidumbres jurídicas y políticas (y en un año intensamente pre-electoral). Es cuestión de tiempo dirán unos; es cuestión de voluntad dirán otros. En síntesis: se percibe mucha desazón.

Enero se tiñó de sangre y anticipa un año muy, muy complejo. No se pierde el optimismo, pero el realismo aplaca con dureza.

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de ISEGORÍA al respecto.