Capacidades sociales para la participación
«Nos enfrentamos a una especie de espejo que permite identificar las capacidades que como sociedad tenemos para definir tareas e identificar nuestras condiciones organizativas, un momento de reconocimiento para decidir cómo que somos y a dónde queremos llegar».
German Valencia
Instituto de Estudios Políticos
german.valencia@udea.edu.co
El 4 de julio del próximo año, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) cumplirá 60 años de vida como organización política en armas. Lo hará en medio de un proceso de negociación de paz que tiene con el Gobierno colombiano y el contexto de una dinámica de participación de la sociedad con la que busca que sea ella misma la que diagnostique problemas y proponga transformaciones.
Durante estas seis décadas de vida, está guerrilla revolucionaria ha planteado como ideología el reconocimiento de la sociedad como actor político y su acompañamiento en la búsqueda del poder popular. En sus discursos se insiste en la autonomía que debe reconocerle a la sociedad para identificar sus problemáticas económicas, políticas y ambientales y su poder creativo para plantear soluciones que le permitan mejorar su bienestar social y comunitario.
En esta lógica, el ELN propuso —desde hace más de dos décadas— una agenda de negociación que tiene como protagonista a la sociedad. De allí que le ha pedido al Estado que si desea una salida negociada a esta larga guerra debe permitir que la sociedad participe de forma activa, propositiva, incluyente, deliberativa, vinculante y eficaz en el proceso de paz. Que sea la sociedad quien diga cómo le gustaría organizarse para diagnosticar problemas y proponer transformaciones.
En la actualidad —segundo semestre de 2023—, como vemos, el país vive una dinámica de encuentros nacionales y regionales donde se busca construir esa metodología de participación. Un grupo amplio de organizaciones sociales, apoyados por el Comité Nacional de Participación (CNP), vienen reuniéndose, desde agosto 2 de 2023 hasta febrero de 2024, con el propósito de discutir y proponer alternativas de diseño y promoción de la participación de la sociedad en este proceso de paz.
Está tarea no es para nada fácil. Llegar a una propuesta de diseño arquitectónico de la participación que cumpla con los principios de ser diferencial, territorial, multisectorial y vinculante, entre otros aspectos, es muy compleja. Lo bueno es que al proponernos está labor y trabajar en su realización nos está permitiendo reconocer lo que somos y hemos ganado en términos de cultura de participación política en el país: los avances institucionales —formales e informales— que tenemos para encontrarnos, hablar y acordar. Pero en especial, nos está posibilitando el encuentro para soñar y proponer.
En síntesis, nos encontramos en un momento de reconocimiento de la autonomía de la sociedad para decidir cómo organizarse para construir la paz. Nos enfrentamos a una especie de espejo que permite identificar las capacidades que como sociedad tenemos para definir tareas, identificar nuestras condiciones organizativas y, finalmente, que nos permite evaluarnos como actores políticos. Situación que, en definitiva, nos dirá que somos y a dónde queremos llegar.
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