Las primeras líneas de Medellín y del Valle de Aburrá se preparan para aportar en el proceso de participación de la sociedad civil

Oct 10, 2023 | Columnas de Opinión

«Aunque fragmentadas, las primeras líneas de Medellín existen y se han organizado como han podido en un escenario especialmente hostil. Es precisamente por ello, que son una experiencia tan importante para la construcción de paz en Colombia».

Andrea Arango Gutiérrez

Coordinadora de Relaciones Internacionales
de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Antioquia

andrea.arangog@udea.edu.co

Las primeras líneas surgieron de forma espontánea ante la brutalidad policial en el paro nacional del 21 de noviembre del 2019, pero se configuraron como un nuevo actor colectivo relevante para la agenda pública a partir del estallido social del 28 de abril del 2021. Este actor compuesto principalmente por juventud popular y urbana aglutina también múltiples clases y sectores sociales alrededor del eslogan: “la primera línea somos todxs”.

Aunque la emergencia de este actor se relacionaba con la necesidad de proteger la manifestación y responder ante la asimetría de fuerza con la cual la policía y el ESMAD reprimía las protestas durante el gobierno de Iván Duque; las primeras líneas han persistido en su unión y organización para proponer acciones territoriales que contribuyan a cerrar las brechas socioeconómicas y a construir paz.

El actual gobierno de Gustavo Petro ha ayudado a recuperar la legitimidad de este nuevo actor, luego del ataque sistemático que recibieron durante el gobierno Duque, al ser estigmatizadas con el discurro uribista que las catalogaba como “terrorismo vandálico”; esto con el objetivo de legitimar la aplicación de la doctrina del enemigo interno contra la juventud popular y urbana organizada, que terminó siendo criminalizada y encarcelada.

Ahora que hay proyectos de ley, programas de gobierno y escenarios sociales que contribuyen a su fortalecimiento y organización; las primeras líneas de Cali y de Bogotá han respondido de forma orgánica y han ocupado esos espacios con sus agendas. Sin embargo, Medellín no ha aparecido allí a pesar de tener las mismas expresiones de resistencia y necesidades similares.

Esto se debe a múltiples razones, pero creo que la más importante es, a la dificultad que implica organizarse en un territorio controlado por el crimen organizado de carácter neo-paramilitar y en medio de una sociedad tan conservadora como la paisa; cuando sabemos que estas expresiones de acción colectiva compartían una crítica profunda al uribismo.

Prueba de ello es que en Cali y en Bogotá se dieron distintos puntos de resistencia, cercanos a barrios periféricos en donde la comunidad estaba resistiendo a la represión policial desde sus casas; en cambio en Medellín y en el área metropolitana, sólo hubo un punto de resistencia y fue en un parque público, el cual convirtieron en su hogar durante cuatro meses: El campamento en el Parque de la Resistencia (o Parque de los Deseos). Es decir, en Medellín no fue posible resistir desde los barrios en las comunas por la gobernanza criminal que opera allí.

A pesar de ello, aunque fragmentadas y atomizadas, estas expresiones existen y se han organizado como han podido en un escenario especialmente hostil. Pero es precisamente por ello, que son una experiencia tan importante para la construcción de paz en Colombia.

En medio de todo, han podido construir en colectivo, dejando de lado las diferencias personales, los egos y las hostilidades. Han construido entre personas que comparten una cultura especialmente violenta, en medio de lugares controlados por las bandas criminales; y aun así han logrado agrupar sectores populares, economía informal, clase media, organizaciones sociales y academia: necesidades económicas tan diferentes pero con objetivos de justicia social similares.

Gracias a la persistencia y a negarse a ser borradas de la historia, las primeras líneas de Medellín y del Valle de Aburrá lucharon y se ganaron un espacio en el encuentro regional de Antioquia, que se llevará a cabo entre el 14 y 16 de noviembre; para aportar, como sociedad civil, al diseño de la participación en los diálogos con el ELN.

Allí tendrán mucho que aportar sobre el trabajo en redes, sobre la construcción social autogestiva como la intervención que hicieron en Ciudad de Dios, sobre su experiencia de ocupación y resignificación cultural de espacios usados por el ESMAD durante el estallido para la violación como lo es la Biblioteca Popular Betsabé Espinal;  podrán mostrar su proceso de resignificación de las viejas masculinidades tan fuertes en sectores populares, así como las acciones cotidianas que realizan para promover el cuidado colectivo y el empoderamiento femenino. Sobre todo, podrán aportar sobre formas creativas y contextualizadas para tramitar conflictos.

Las primeras líneas de Medellín y del Valle de Aburrá harán parte de la preparación del encuentro de noviembre a partir la participación en las mesas de: Jóvenes, Discapacidad, Población carcelaria y de Procesos urbanos, que ocurrirán desde esta semana y durante todo octubre.

Y seguirán participando en futuros escenarios para contribuir a la construcción de paz urbana desde todo esa experiencia vital, no sólo en los diálogos con el ELN, sino también en los diálogos sociojurídicos con las bandas del crimen organizado del Valle de Aburrá.

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de ISEGORÍA al respecto.