La salud entre fuegos: cuando cuidar fue resistir en medio de la guerra
Los profesionales colombianos que curaban en medio del fuego cruzado fueron perseguidos por ello. Ahora un libro relata cuáles fueron las consecuencias del conflicto armado en el sector salud.

Redacción Isegoría
Durante la apertura de la Feria del Libro “Leer y releer” de la Universidad de Antioquia se presentó La salud entre fuegos, un libro publicado por la Facultad Nacional de Salud Pública Héctor Abad Gómez, que da cuenta de cómo el conflicto armado colombiano impactó al sector salud y a quienes, incluso en las condiciones más extremas, eligieron cuidar la vida. Se trata de casos sobre salud y conflicto armado investigados para la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición de Colombia. En un país donde los hospitales fueron blanco, el personal médico estigmatizado y la atención en salud convertida en campo de disputa, esta publicación recoge voces y testimonios que han permanecido, por años, al margen de la historia oficial.
Una de esas voces es la de María Victoria Jiménez, bacterióloga y lideresa sindical de la Asociación Nacional Sindical de Trabajadores y Servidores Públicos de la Salud. Salió de un colegio de monjas e ingresó a los 16 años a la Universidad de Antioquia. Su primer día en el Hospital San Juan de Dios, en Santa Fe de Antioquia, coincidió con una asamblea sindical de 80 personas. Poco tiempo después, comenzó a vivir la violencia directamente: asesinaron a compañeros sindicalistas, a médicos y enfermeros en hospitales y centros de salud cercanos. “De ese sindicato no quedó nada. Empezaron a matarlos hasta que quedamos tres”, recordó.
El conflicto armado no solo apuntó en contra de la población, quienes no empuñaban armas, también se dirigió contra quienes sanaban heridas. “Los servidores de la salud fuimos estigmatizados por curar a todos sin distinción, por priorizar la vida”, dijo Jiménez. Ambulancias requisadas por la guerrilla, amenazas constantes, señalamientos de ser “guerrilleros” solo por atender a cualquier paciente: su trabajo se convirtió en una forma de resistencia silenciosa y peligrosa. Muchos de sus colegas no sobrevivieron.
La profesora María Esperanza Echeverry, quien participó en la elaboración del informe para la Comisión junto a la profesora Yadira Borrero, explicó que el trabajo consistió en documentar cuatro aspectos principales: las infracciones a la misión médica, la violencia sociopolítica contra trabajadores de la salud, la situación de la salud rural y la cooptación de recursos públicos por parte de actores armados. “En Colombia la cooptación de recursos fue fundamentalmente paramilitar, pero también hubo presión de la guerrilla sobre administraciones locales de salud en regiones como Caquetá, Meta, Vichada y Vaupés”, señaló.
Echeverry agregó que una de las conclusiones más importantes del informe es que el conflicto armado no ha terminado. “La Comisión no fue un organismo judicial. Su función principal fue esclarecer lo que pasó. Pero el conflicto continúa en Colombia”, afirmó. También subrayó cómo el paramilitarismo sigue presente en las dinámicas cotidianas del sector público y de salud, especialmente en territorios donde persiste la disputa armada. “La paz en Colombia tiene que ser territorial”, insistió.
Durante el evento, el doctor Saúl Franco, excomisionado de la Comisión de la Verdad y coordinador del informe, hizo énfasis en que este libro se fundamenta en el Derecho Internacional Humanitario y en la misión médica. “Ambos son intentos de la humanidad por ponerle un límite a la barbarie. Hasta la guerra tiene límites”, dijo. Juan Correa, director de la Unidad Especial de Paz de la UdeA, complementó que el texto permite ver cómo la guerra también intentó apropiarse de la salud y eliminar a quienes la protegían.
Echeverry también abordó otro hallazgo inquietante: muchos trabajadores de la salud desconocen que han sido víctimas. “No tienen incorporada la noción de víctima, de vulneración de derechos, de necesidad de protección o de denunciar”, explicó. Y apuntó a causas estructurales: “Treinta años de políticas que despojaron los derechos sociales despolitizaron la formación del recurso humano en salud. Le quitaron la conexión entre salud y ciencias sociales”. Según ella, construir ciudadanía para la paz pasa por recuperar esa interseccionalidad y volver a formar en lo social y lo político.
La salud entre fuegos es ahora una memoria viva, permite seguir preguntándonos qué significa proteger la salud en contextos de guerra y cómo reparar, literal y metafóricamente, esas heridas abiertas. Como lo señaló Franco, su realización fue posible gracias a la escucha: a los testimonios de enfermeras, médicos, conductores de ambulancia y personal de hospitales que resistieron desde los pasillos. Lo que lograron fue una “resonancia magnética del conflicto”, un mapa doloroso pero necesario para no olvidar, para dignificar, y sobre todo, para seguir soñando y construyendo la paz.