Los retos de Otty Patiño en su doble rol de jefe negociador y Comisionado de Paz
La designación de Otty Patiño como Alto Comisionado para la Paz plantea un nuevo escenario en los diálogos que, entretanto, se enfrentan a una crisis por la persistencia del secuestro como práctica de guerra.
Créditos: Presidencia de la República
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Caterine Jaramillo Gonzáles
Equipo de Periodismo de Isegoría
Otty Patiño asumió como Alto Comisionado de Paz en reemplazo de Danilo Rueda sin que esté previsto que alguien más asuma sus funciones como jefe de la delegación del Gobierno en la mesa de diálogo con el ELN. Ese doble rol descarga sobre Patiño grandes retos, ya ahora no solo de cara a la negociación con esa guerrilla que atraviesa por una de sus mayores crisis, sino frente a la iniciativa de paz total. El 4 de diciembre, con el inicio de un nuevo ciclo, empezó una fase crítica para desenredar el camino de la negociación.
Diálogos con el ELN
De las iniciativas de diálogo entre el Gobierno y distintas agrupaciones armadas, el proceso con el ELN es el que ha tenido mayor visibilidad y ha logrado avances como el acuerdo de cese al fuego. Sin embargo, ha recibido también fuertes cuestionamientos por temas como el secuestro como método de financiación.
Según Luis Fernando Trejos, profesor e investigador de la Universidad del Norte, este es el resultado de que Danilo Rueda no haya trazado ninguna línea roja desde el inicio del proceso: “Temas como el secuestro, el reclutamiento de niños y la dejación de las armas, entre otros, han hecho que el ELN se sienta muy cómodo en una negociación, en la que recibe mucho en términos políticos sin ceder nada a cambio, lo que le ha venido restando apoyos políticos y sociales a este proceso”.
La estrategia implementada por Rueda ha sido ampliamente criticada, sobre todo por la falta de claridad en los cronogramas, procesos, intenciones y límites planteados para cada grupo con el que se sentó a negociar. Sin embargo, María Alejandra Villamizar, periodista y delegada del gobierno en el proceso de negociación con el ELN en el 2017, comenta que el excomisionado al tener experiencia con el trabajo en comunidades (algo que ha sido una solicitud permanente en las mesas de diálogo que se han entablado con el ELN) generaba expectativas en este grupo “pues se encontraban con una persona al otro lado de la mesa que les entendía en cuanto a la concepción particular de paz”.
En ese sentido Otty Patiño llega al cargo con el reto de mantener la confianza ya no solo como negociador en un proceso sino como líder de la estrategia general de los diálogos. Eso, no obstante, se enfrenta a lo que el ELN consideró “imposiciones” de Patiño. En concreto, luego de un comunicado publicado el 16 de noviembre, dirigido a Pablo Beltrán, exigiendo una reunión urgente para tratar el tema del secuestro.
El 28 de noviembre, El Espectador publicó dos comunicados desconocidos hasta ese momento por la opinión pública firmados por Pablo Beltrán, Aureliano Carbonell y Bernardo Téllez, miembros de la delegación del ELN. En uno de ellos, con fecha del 19 de noviembre se puede leer el siguiente apartado:
“…se le olvida a este funcionario, que el ELN no cumplirá este o cualquier ultimátum que se le quiera imponer de manera unilateral por la contraparte.”
Al respecto de la crisis que enfrenta el proceso, Villamizar siente que esta situación es un déjà vu. y en ese sentido, dice, hay que corregir con base en los antecedentes. “El gobierno llegó a ese punto en el que necesita avanzar y si el ELN no cede, van a encontrar un punto muerto. Pero esos puntos muertos en las negociaciones nunca son tan contundentes, porque dadas las circunstancias, ni al gobierno, ni al ELN, les conviene levantarse de la mesa”.
Por otro lado, el tiempo es un factor que representa otro reto. Para Emilio Archila, alto consejero presidencial para la Estabilización y Consolidación en el gobierno de Iván Duque, las negociaciones con el ELN no van a avanzar en estos tres años. “Es muy evidente que este grupo no tiene la voluntad de ir al ritmo que se necesita, no se han visto presionados”.
La Paz ambiciosa
La Paz Total es una de las banderas del Gobierno y actualmente tiene 8 procesos de diálogo en curso, todos con actores muy diferentes, lo que lo convierte en un proyecto ambicioso.
Por el momento hay procesos iniciados con la guerrilla del ELN, con el Clan del Golfo, y las disidencias del Estado Mayor Central (EMC), Además, con estructuras criminales urbanas de Medellín, Buenaventura y Quibdó. Esta variedad de grupos deriva, según Fredy Chaverra, coordinador de la plataforma Isegoría, en estrategias diferenciadas para no empaquetar todo en un mismo costal.
Aunque Emilio Archila espera que por el bien del país la paz total se logre, cree que Otty Patiño “recibe una estrategia condenada al fracaso”. Para él es un error haberles dado un estatus político a grupos criminales.
Y es que negociar con diferentes grupos a la vez, sin plantear condiciones diferenciadas y sin delegar responsables fue uno de los aspectos más criticados de la gestión de Danilo Rueda como Comisionado. “No es lo mismo delegar en un funcionario X, que en una persona con trayectoria y con capital político que dinamicen mejor ante la opinión pública temas tan sensibles”, explica Chaverra.
De hecho, María Alejandra Villamizar cree que para el ELN la apertura de tantas mesas debió ser un aspecto poco grato ya que en algunos comunicados dejaron ver su inconformidad frente al reconocimiento político otorgados a otros grupos como el Estado Mayor Central. “Eso significa que ellos (ELN) no se quieren equiparar, dada la historia de su lucha armada, con unos recién llegados, por llamarlos así”.
A lo anterior se le suman reparos hechos no solo por la oposición, sino también por sectores que en el papel son más afines al gobierno, como el partido Alianza Verde. Por ejemplo, el senador Ariel Ávila, quien fue ponente de la ley de Paz Total (Ley 2272 de 2022), recalcó en una entrevista publicada por El Tiempo que, aunque es el presidente quien toma las decisiones “hay que decir que a Danilo Rueda le ha ido muy mal”.
Según los expertos, el proceso que se ha llevado a cabo hasta el momento carece de un rumbo y de límites claros. Fredy Chaverra plantea que “todo quedaba muy en la línea de lo que Danilo pensaba y lo que Danilo decía en una declaración, y de un presidente que también maneja una agenda en Twitter, lo que lleva a generar unas incertidumbres muy grandes en la opinión pública frente a temas que requieren un nivel de planeación”.
Por su parte, Luis Fernando Trejos agrega que esta estrategia improvisada se evidencia en “la ausencia de un documento técnico que oriente las acciones y decisiones del gobierno en torno a los escenarios de paz, con objetivos claros de corto, mediano y largo plazo”.
Una implementación rezagada
Además de atender las mesas de diálogo, entre las funciones de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz está encargarse de la implementación del Acuerdo firmado en La Habana, pero según Petro, esta tarea está prevista que vuelva a ser responsabilidad de la Alta Consejería para la Paz, un cargo que se espera reactivar, luego de que desapareciera por decisión del ejecutivo y posteriormente se diera la creación, por decreto, de la Unidad para la implementación del Acuerdo de Paz.
Por lo tanto, el nuevo Comisionado “no solo estará pendiente de un proceso tan complejo como el del ELN, que ya ha entrado una fase tan importante, sino que también le implicara tener un nivel de coordinación con los demás procesos y algunas funciones adicionales en relación a la implementación del Acuerdo de Paz”, concluye Chaverra.
En cuanto a la gestión de Rueda en este punto, Emilio Archila considera que se necesita un responsable diferente al comisionado porque “esas dos son funciones cada una igual de grandes y de naturaleza diferente. Mientras que una es administración pública pura y dura que tiene que ver con víctimas, reincorporación, sustitución de cultivos, municipios PDET y el desarrollo rural integral; el otro tiene que ver con negociaciones”.
Como ex-Alto consejero presidencial para la estabilización y consolidación, considera que este es uno de los aspectos más críticos que recae sobre la oficina del Alto Comisionado, ya que la doble función como negociador y administrador ha hecho evidente una ausencia de institucionalidad: “No tenemos la ley de pequeñas causas, no tenemos la ley de pequeños cultivadores, no ha habido prácticamente ningún avance legislativo”.
Independientemente de si se llega a restablecer la consejería encargada para la implementación del acuerdo, en lo que concuerdan los expertos, es en que uno de los principales retos, o al menos el más próximo, es no dejar saturar la Oficina del Alto Comisionado.
El molde del pacificador
La pregunta es si los zapatos de un alto Comisionado para la Paz tienen la horma de Otty Patiño. Para Fredy Chaverra, “aunque Petro saca a Otty a la luz pública, es una persona que tiene un perfil mucho más bajo y que no es tan político, ni tiene una mirada política de largo plazo. Es decir, Otty no se ve aspirando a nada en dos años”.
Los antecedentes más relevantes que salen a flote sobre Patiño son la confianza que tiene Petro en él por ser excompañeros de filas en el M-19, la posterior participación en el proceso de Paz de este grupo en 1990 y su intervención en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. Luego de esto, su vida se ha desenvuelto sobre todo en el ámbito académico como analista del conflicto armado colombiano y columnista de medios de comunicación, hasta que en noviembre de 2022 asumió como jefe de la delegación del gobierno en los diálogos con el ELN.
Patiño, un personaje cuya última publicación en la red social X es del 2020 y dice “genial el comentario de Bedout”, se enfrenta a retos que le exigen una presencia pública activa. Para Luis Fernando Trejos, urge reconocer los errores que produjeron la más reciente crisis, formular un documento que oriente esta política, y construir equipos sólidos de trabajo en los que pueda delegar tareas.