Nodo de Paz en Úraba: entre la palabra y la acción

Nov 6, 2025 | Corresponsalías

En Urabá, donde la brecha entre las promesas y la realidad aún duele, el Nodo de Paz de la Universidad de Antioquia se ha convertido en un punto de encuentro para pensar el territorio desde la acción.

Encuentro territorial | Foto: Nodo de Paz Urabá.

Disney Quejada Martínez y Valeria Guerrero Moreno

El Nodo de la Unidad Especial de Paz de la Universidad de Antioquia en Urabá nació como un espacio pensado para reflexionar sobre una pregunta clave: ¿cómo preservar los saberes de los territorios? Más allá de los discursos, la idea fue crear un lugar de diálogo donde se hablara de reconciliación, participación ciudadana y justicia social. Uno de los momentos centrales se vivió en el tercer encuentro, celebrado el 20 de agosto de 2025, cuando la sede de la Universidad de Antioquia en Apartadó reunió a líderes y lideresas comunitarias, estudiantes, agentes de paz y representantes de instituciones en un evento que llevó el nombre de Nodo de Paz.

La agenda que hoy existe fue construida a través de la metodología de interlocución, con la realización de tres encuentros en los que participaron distintos actores del territorio. De esas conversaciones no solo surgió la reflexión sobre el valor cultural y natural de la región, sino también un diagnóstico crítico y doloroso: a pesar de toda su riqueza y de las promesas de paz, el Urabá sigue enfrentando una fuerte brecha entre lo que se planea en el papel y lo que realmente se logra en el territorio.

En este encuentro también se vio vinculada la Universidad de Málaga, que ha tomado en cuenta esta experiencia para enriquecer procesos de construcción de paz en el territorio. Justamente el 20 de agosto, estudiantes de tercer ciclo de dicha universidad estuvieron escuchando el trabajo del Nodo de Paz, como insumo para la formulación de una agenda de paz territorial.

En el marco de estos encuentros también se contó con la visita de cuatro jóvenes vinculadas a la Universidad de Málaga, dos de ellas colombianas y dos españolas. Aunque provenían de distintas carreras, todas compartían el interés por documentar los procesos de construcción de paz en nuestro territorio. Su participación consistió en recoger experiencias y narrativas de los actores presentes, escuchando y documentando los testimonios.

Bajo la coordinación de Diana Ramírez y con la participación de personas como Camilo Vargas, estudiantes como Liney, otras entidades académicas y varios líderes comunitarios, el encuentro se centró en proteger los conocimientos ancestrales y las tierras. Sin embargo, la charla pronto se tornó en una crítica compartida. La brecha entre los planes de desarrollo y lo que realmente se ha hecho fue muy clara: los asistentes recordaron que documentos como los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial, con tantas iniciativas detalladas, solo quedaron en papel. La frustración se podía sentir, porque menos del 5 % de lo prometido se ha cumplido.

En ese sentido, la desconexión es crítica y tiene un impacto directo en la vida de las personas. “Una finca sin agua está muerta”, fue el recordatorio que resonó en el campus, evidenciando cómo la falta de acción de las instituciones no solo ahoga la productividad, sino también la esperanza de quienes viven allí. El problema, más que la falta de ideas o de planeación, radica en la ausencia de voluntad política real para poner en marcha esas ideas.

Del discurso a la acción 

Esta falta de acción ha generado una profunda desconfianza en las instituciones. Los líderes comunitarios mencionaron que, ante la falta de respuestas del Estado, han encontrado mayor apoyo en el sector privado para solucionar problemas básicos. La comunidad, en un esfuerzo de autogestión que a veces se siente forzado, se ve obligada a organizar sus propios recursos, recoger firmas y usar las redes sociales como principales herramientas de presión. Lo que debería ser un derecho fundamental, como el desarrollo, ahora parece más bien un favor que las comunidades deben pedir con insistencia.

El debate dejó claro que la movilización de recursos y la articulación entre actores —desde líderes, agentes de paz y la academia hasta las propias comunidades— son cruciales para el progreso. Sin embargo, no será suficiente si esas palabras no se convierten en acciones concretas. Aunque aún se discuten temas esenciales como la salud mental, la gobernanza y la garantía de derechos, todo eso puede quedarse en ideas o abstracciones si no va de la mano de hechos que transformen positivamente la vida diaria de las personas y las comunidades.

Después de años de diagnósticos y promesas en papel, la reflexión crítica del Nodo de Paz quedó sintetizada en una pregunta: ¿Hasta qué punto podemos esperar que la paz y el desarrollo prosperen cuando la voluntad política se limita a lo que está escrito, pero no se construye?

Liney, estudiante de la Universidad de Antioquia en el pregrado de Comunicación Social y Periodismo, responde:

“Desde la construcción de la agenda para la paz, que se hace en la Universidad de Antioquia y que estamos tratando de comprender desde las fuentes de diferentes aspectos del territorio —desde las voces de líderes y lideresas, desde comunidades como San José de Apartadó, Turbo, Mutatá y Pavarandó—, tratamos de entender qué es este asunto de la paz territorial para Urabá.
No es sencillo, pero intentamos unificar nuestros conocimientos y, en un intercambio de saberes, analizamos qué le hace falta a nuestra región para que podamos llegar a esta paz. Desde mi experiencia, creo que la gestión comunitaria es una de las formas en que podemos alcanzarla, sobre todo en las regiones rurales que han sido descuidadas durante tanto tiempo. También hay otros actores que trabajan temas como la diversidad e inclusión, la conservación de la memoria, la identidad, el reconocimiento de nuestras raíces y el entendimiento de nuestro territorio”.

Según Liney, la paz territorial es tanto individual como colectiva: depende de lo que cada quien siente y entiende de Urabá, de cómo contribuye y coopera con otros sectores del territorio para que esa paz ocurra.

Al finalizar la agenda de paz, la profesora Diana Ramírez, docente de la Facultad de Comunicaciones y Filología de la Universidad de Antioquia y coordinadora del Nodo de Paz en Urabá, relató cuáles han sido los resultados de los encuentros y compartió su visión sobre la importancia de conservar los saberes ancestrales como base para la construcción de paz territorial:

“Lo que buscaba este Nodo de Paz era tener un diálogo de saberes y poder conservar, rescatar y reconstruir la memoria sobre los saberes ancestrales del territorio. Fue un llamado a mantener viva la ancestralidad y todo ese conocimiento que viene de nuestras comunidades. Por eso, la agenda de formación tendrá un nodo temático con varios subtemas, donde podamos sostener diálogos de saberes permanentes. La universidad no llega con conceptos impuestos desde la academia, sino que construimos de manera horizontal y en doble vía. En este momento estamos sistematizando la experiencia de los tres encuentros de interlocución y esperamos que, entre el 20 y el 24 de octubre, tengamos el resultado final de esta agenda que servirá como ruta en la formación y construcción de paz territorial. Contamos también con el acompañamiento de profesionales de la Universidad de Málaga, quienes aportaron desde la cooperación internacional y recogieron experiencias y narrativas que fortalecen los procesos de paz territorial en la región”.

Como comunicadoras sociales y periodistas, creemos que no basta con contar lo que vemos: hay que cuestionarlo. En Urabá, narrar la paz territorial implica visibilizar a quienes han sido excluidos y rescatar los lazos que la violencia rompió. Desde el respeto, la verdad y la responsabilidad, buscamos que cada palabra sea una llave para transformar la realidad y reconstruir la dignidad colectiva.