Se instaló el Comité Nacional de Participación: los silenciados esperan volver a tener voz
El 3 de agosto se instaló en un acto público el Comité Nacional de Participación. Este evento, que reunió a personas de todo el país, fue el primer paso de lo que será la participación de la sociedad en el proceso de diálogos entre el Gobierno colombiano y el ELN.
Sara Isabel Ceballos Monsalve
Equipo de Comunicaciones de Isegoría
Cuando los primeros trompetazos sonaron todo se quedó en silencio por unos segundos, pero al buscar de dónde venía ese sonido lo que los asistentes se encontraron fue a la güecha muisca haciendo sonar un par de caracolas y la flauta de pan. Estaban llamando a los espíritus buenos a que acompañaran el evento.
Ese 3 de agosto del 2023 fue la instalación pública del Comité Nacional de Participación, una instancia creada por la Mesa de Diálogos entre el Gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional para que la sociedad participe en las negociaciones de paz. Y aunque el lugar era el Pabellón de las Américas, en Bogotá, aquella fiesta fue tan multicultural como todo Colombia.
Desde muy temprano los buses de diferentes lugares del país llegaron con cientos de representantes de comunidades indígenas, campesinas, afro, LGBTIQ+, en condición de discapacidad, y muchos otros. La fila para entrar al recinto alcanzó varias cuadras de extensión. Mientras la Policía custodiaba el exterior, adentro la seguridad estaba enteramente a cargo de la guardia indígena y cimarrona.
El senador Iván Cepeda fue uno de los primeros en llegar. Él, también delegado del Gobierno en la Mesa de Diálogos, señaló que era la primera vez que el ELN salía de sus sitios. Lo hacía justamente para la instalación del Comité que, dijo Cepeda, será “una instancia muy plural, democrática, y que tiene la fuerza para hacer la participación”.
Pablo Beltrán, miembro del Comando Central del ELN y jefe de la delegación de esa guerrilla en el proceso, fue el siguiente en llegar. Fue también, quizá, el que más revuelo causó. Aunque llegó muy dispuesto a hablar con los medios, rápidamente se volvió esquivo luego de que algunos lo increparon por los secuestros y las extorsiones que continúan, a pesar de que el cese al fuego bilateral también comenzaba ese día.
En los parlantes la voz de quien dirigía el evento solicitó a personas y medios de comunicación sentarse “para ponerse en disposición del acto”, pero este era más del público que de cualquiera, entonces los saludos, encuentros y entrevistas continuaron sin más.
Entre los asistentes estaba la autoridad indígena del territorio ancestral de Toribio, Cauca, Ana Rubiela Quiguapumbo, quien veía con ojo crítico el evento. “Yo solamente veo aglomeración de personas. Van a hablar dos, tres, cinco o diez personas, pero lo que yo necesito como autoridad es que nos escuchen a quienes estamos al frente del territorio, los que vivimos la guerra”, dijo.
Pero como la diversidad es de contrastes, opiniones como la del politólogo Jaidiver Ojeda, integrante de Ciudadanías para la Paz, también hicieron eco. Dijo que espera que el Comité “amplie los espacios de participación para ubicar en lo regional los temas de ciudad y que la próxima agenda este articulada para que los temas urbanos estén presentes”.
A las 11:00 de la mañana los organizadores del evento volvieron a pedir que todos tomaran asiento, esta vez, por la llegada del presidente Gustavo Petro. Ese anuncio sí logró acabar cualquier conversación y dar inicio al evento formal.
La Orquesta Juvenil de Vientos de la Filarmónica de Bogotá empezó con el Himno Nacional, para luego pasar a otro himno, Colombia Tierra Querida. Allí, el evento se convirtió en fiesta y al son de esta canción bailaron integrantes de ambas delegaciones, del Comité y personas de todos los pueblos, etnias y edades.
El dúo compuesto por Adriana Lizcano y Edson Velandia continuó las intervenciones artísticas, pero fue el turno de la guardia cimarrona de llevarse el show. Levantaron sus bastones al aire, en admiración silenciosa, pero ese silencio pasó a ser un bullicio cuando Velandia grito “¡Fuerza, fuerza! ¡Guardia, guardia!”. Toda la guardia gritó, todos los bastones se alzaron.
Ya con los ánimos empezando a bullir se anunciaron oficialmente los 81 integrantes del Comité Nacional de Participación que, en representación de 30 sectores diferentes de la sociedad, diseñarán lo que será la participación de la sociedad en el proceso de paz entre el Gobierno y el ELN.
Una de esas 81 personas es Alirio Uribe, representante a la Cámara por Bogotá, y quien ocupa una de las plazas del Congreso de la República en el Comité. Para Uribe, el trabajo de ese grupo debe cimentar las bases de un Gran Acuerdo Nacional, una meta a alcanzar ya que “gran parte del fracaso de Colombia es que no tenemos un proyecto de país, nunca nos hemos puesto de acuerdo en como nos estamos pensando Colombia a 20, 40 o 50 años”, explicó el representante.
Otro integrante del Comité es Luis Emil Sanabria, cofundador de Redepaz y uno de los representantes de las plataformas por la paz. Cuando se le preguntó por la instalación privada del CNP, que había tenido lugar el día anterior, Sanabria dijo: “Hay mucho entusiasmo y compromiso por parte de los integrantes, porque no solo es una tarea muy importante para el proceso de paz con el ELN sino para la reconciliación nacional”.
Así, la sociedad conoció los nombres y orígenes de cada uno de los integrantes del Comité. Algunos al ser mencionados tan solo se levantaron y miraron a las cámaras de televisión. Pero otros, sobre todo los representantes de las comunidades históricamente menos escuchadas, cuando se levantaron recibieron estruendosos vítores, que respondieron con puños levantados y sonrisas orgullosas. Otra vez el ambiente se impregnaba de esperanza.
Fue entonces que iniciaron los discursos protocolarios. La primera palabra la tuvieron las mujeres. Nigeria Rentería, delegada del Gobierno, y María Consuelo Tapias, delegada del ELN. Rentería señaló que el objetivo de la participación de la sociedad en este proceso de paz es “construir conjuntamente una agenda de transformaciones impulsadas a partir de una gran alianza social y política que conlleve a un gran acuerdo nacional para la superación del conflicto político, social, económico y armado”.
Tapias, por su parte, comentó que el gran reto está en “ser eficaces e ir concretando hechos de paz urgentes. Debemos hacer, desde todos, un gran esfuerzo nacional con propósito, para parar el asesinato de lideres y personas en las comunidades de los territorios”, reconociendo también la grave crisis humanitaria que viven distintas zonas del país.
Monseñor Héctor Fabio Henao fue el encargado de intervenir en nombre de la Iglesia católica, un intermediario vital para estas negociaciones y para el Mecanismo de Monitoreo y Verificación del cese al fuego. En su discurso, Henao dijo: “Este encuentro responde a un anhelo muy profundo de nuestra sociedad donde queremos vivir no como enemigos, no como adversarios, sino cómo seres humanos hermanos y hermanas constructores de un proyecto de nación compartido”.
Continuó Yolanda Perea, representante del Concejo Nacional de Paz en el CNP. “Cuando se habla de paz no es solo la ausencia de la guerra sino que es poder hablar de educación, de vivienda, de salud, de empleabilidad”, decía Perea cuando comenzó a sonar su celular. Alguien del público murmuró que seguro del pueblo la estarían llamando para decirle que la estaban viendo en televisión. Y mas que un incordio, aquello pareció ser la muestra clara de que el colombiano de a pie estaba, por fin, levantando la voz.
El siguiente en participar fue el presidente de Fedegan y delegado de Gobierno, José Felix Lafaurie. Fue recibido con el abucheo del público y aun así, con altivez, terminó por callar a todos con sus palabras: “Pese a nosotros mismos, tengo fé en el futuro de Colombia, más no la fe del carbonero, sino la que exige el compromiso de todos, para que hoy sea un día histórico y no el comienzo de otra frustración más”.
Propositivo y esperanzador, Lafaurie, cuyo origen está en un sector político que ha cuestionado la búsqueda de la paz negociada y es esposo de la senadora María Fernanda Cabal, una de las mayores opositoras del gobierno, termino su discurso diciendo: “El mejor acuerdo humanitario es el cumplimiento riguroso del cese al fuego. De ser así, una paz posible se estará asomando en el horizonte de la patria”. Y así, el que subió al escenario entre abucheos, salió del mismo en medio de un fuerte aplauso.
A Lafaurie le siguió Annye Páez, representante en el CNP de la Convención Nacional Campesina, quien hizo un llamado recordando que la participación no siempre será color de rosa: “Es difícil para las comunidades que vivimos el conflicto participar con garantías en medio de refugios humanitarios del campesinado, en medio de confinamientos indígenas y colectivos afro en muchas regiones de nuestro país”.
La última intervención de representantes de la sociedad estuvo a cargo de Oscar Sánchez, portavoz de la Unión Sindical Obrera. “Exhortamos a las partes a no desfallecer en la construcción de la paz con justicia social y ambiental, para que la sociedad sea el centro y el protagonista de la formulación de las trasformaciones que requiere el país”, expresó Sánchez, que además solicitó la liberación de los presos políticos, especialmente aquellos de la Primera Línea.
Ya en la recta final del evento, el turno de hablar fue para los jefes de ambas delegaciones. El primero fue Pablo Beltrán, quien dijo que “el trabajo que tiene la participación de la sociedad tiene un alma, una esencia, que es construir una visión común de paz, y esa visión común de paz tiene un instrumento que es la participación de la sociedad, y esa participación tiene un motor, que es el Comité que estamos instaurando hoy aquí”. Aquel discurso terminó con un “esperamos estar a la altura”.
El penúltimo en hablar fue entonces Otty Patiño, jefe de la delegación del Gobierno, quien aseguro que no se levantará de la Mesa “hasta terminar el conflicto armado y vamos a combinar celeridad y rigurosidad para alcanzar en un tiempo razonable el acuerdo final”. Eso sí, ahondo en que la fuerza de este proceso reside en la participación de toda la sociedad.
Finalmente, fue el turno del presidente Gustavo Petro. Antes de que pudiera empezar a hablar, la güecha muisca volvió a sonar las caracolas. Pareciera que con su llamado hubieran querido infundir sabiduría en las palabras del presidente. “La esperanza. La esperanza no es solo una categoría estética, sentimental, emotiva, psicológica. La esperanza es también una categoría política, porque cuando una sociedad tiene esperanza, cambia”, dijo Petro.
Pero no fue ajeno a la realidad. Comentó que durante muchos años esa sociedad que podría haber cambiado se vio reprimida a punta de muertes. Por eso recordó la consigna “libertad o muerte, revolución o muerte”, consigna que, dijo, se desbalanceó hacía la muerte. “Las nuevas sensibilidades del mundo son diferentes a como nosotros nacimos, ya no es libertad o muerte, es libertad y vida”, dijo el presidente.
Petro entonces habló de una de sus iniciativas para la reforma agraria y explicó cómo se conecta con el conflicto: comprar tierras a los ganaderos, a cambio de dinero para la compra de más ganado que haga más productiva la tierra que les queda. Mientras tanto, la porción comprada se le daría al campesino para volverla productiva con otros alimentos. Con esto, dijo, todos “se vuelven más ricos, porque la riqueza no está en tener la tierra sino en producirla”. Así se lograría, dijo el presidente, “que no secuestren al hacendado ni a su hijo, y que el hacendado no se organice en grupos paramilitares y masacre a los campesinos”.
Petro finalizó con un mensaje directo al ELN: “Ustedes tienen una responsabilidad histórica, que yo creo que la levantaría como una bandera si estuviera vivo hoy el padre Camilo Torres. Estar al lado de la vida, esa es la revolución de hoy. Y quienes surgieron en el 64 como rebeldes, hoy deben estar aquí al lado de la vida, al lado de su pueblo, al lado de las transformaciones. Es la hora. Así que bienvenidos a la paz”.
Entre expresiones de ilusión los asistentes empezaron su camino hacia la salida, muchos a tomar de nuevo los buses que desde las lejanías de Colombia los llevaron hasta Bogotá, ahora los devolverían, sin mucho más que con lo que habían llegado, pero con una nueva esperanza.
La autoridad Ana Rubiela, antes tan escéptica, moderó un poco sus críticas y dijo llevarse dos cosas del evento: “Se necesita escuchar mucho más a las personas que vivimos directamente el dolor de la guerra, pero al mismo tiempo es muy bueno saber que dentro de esas delegaciones hay personas que sí nos representan, y quizás sí vamos a ser escuchados. Como autoridad, estoy contenta, pero a la vez a la expectativa”.
De nuevo sonaron las caracolas, un último llamado a los buenos espíritus, quizás para acompañar a los viajeros a sus territorios, quizás para que guíen de la mano este proceso de paz a un buen fin.