Un cese al fuego que salva vidas, pero no puede cesar la violencia
A pocos días de finalizar su prórroga, el cese al fuego más largo en la historia del conflicto entre el Estado y el ELN ha sido una demostración de lo complejo que es desescalar la violencia en un país con distintas confrontaciones en curso y con unas reglas de juego poco claras. Pero también de su importancia para salvar vidas.
Foto: Gustavo Petro en Twitter (@petrogustavo).
Sergio Ramírez
Equipo de periodismo de Isegoría
El próximo 5 de agosto finaliza la prórroga de seis meses que fue acordada en febrero y se cumple un año del que ya es el cese al fuego más largo en la historia de la confrontación armado entre el Gobierno colombiano y el ELN. Aunque todavía no se anuncia una nueva extensión, este cese al fuego bilateral y nacional ha sido considerado un hito por analistas y por la mismas delegaciones del ELN y el Gobierno por el precedente de acuerdos similares que se vieron interrumpidos o que nunca se prorrogaron por más de 100 días durante los últimos 30 años en diferentes momentos de negociaciones.
Aunque hoy en día se sigue considerando este acuerdo como un logro de los diálogos, existe un balance mixto respecto al objetivo de desescalar la violencia para propiciar un ambiente positivo para los diálogos y permitir a la sociedad civil participar en el proceso. Estas impresiones, más la incertidumbre en medio de una crisis de los diálogos que se extiende desde marzo, les ponen presión a las delegaciones ante el vencimiento de la prórroga.
Lo que puede y no puede lograr el cese
Entre enero y junio de 2023, el CERAC reportó que distintas acciones ofensivas cometidas por el ELN por fuera de combate tuvieron como resultado la muerte de 18 personas, incluyendo civiles y miembros de la fuerza pública. En el mismo periodo de 2024, en el segundo semestre durante el cual el cese al fuego permaneció activo, se registró la muerte de una persona, integrante de la Policía.
El secuestro ha sido uno de los temas más álgidos y, efectivamente, ha sido la violación más común cometida por el ELN, principalmente en Arauca, Santander y Norte de Santander. Ahora bien, aunque el ELN cometió más de 50 plagios, algunos después de que asumiera de manera pública el compromiso de suspender las “retenciones por motivos económicos”, la mayoría de las personas retenidas fueron liberadas días después. Esto ocurrió, en parte, gracias al Mecanismo de Monitoreo y Verificación del Cese al Fuego que tiene el trabajo de estudiar y reportar posibles violaciones al cese, conformado por las delegaciones del ELN y el Gobierno, la Misión de Verificación del Consejo de Seguridad de la ONU en Colombia y la Conferencia Episcopal de Colombia.
“Cuando los protocolos se pueden seguir fácilmente, sobre todo por el Mecanismo, los ceses al fuego han demostrado que reducen la violencia”, explica David Correal, investigador del CERAC en el área de Medición de Violencia y Conflictos y uno de los autores de los informes de esa organización acerca de las violaciones al cese.
Además, de acuerdo con el Cerac, a lo largo de casi 12 meses se dieron solo cuatro enfrentamientos entre las Fuerzas Militares y el ELN, de los cuales tres no pueden ser considerados violaciones en cuanto son confusas las razones que los detonaron, y ninguno tuvo como resultado la muerte de ningún combatiente. Sin embargo, como aclara Correal, estos datos no reflejan en su totalidad la realidad que se vive en los territorios.
Carlos Arturo Velandia, excomandante del ELN y promotor de Paz, afirma que los datos dan cuenta de que el cese al fuego ha tenido resultados visibles, medibles y positivos: “Se ha reducido el número de víctimas que se estarían produciendo si no tuviéramos el cese, se han reducido también de manera sustancial los ataques a la infraestructura civil, como voladura de puentes y torres de energía. Y todo eso es importante para la economía, para la preservación de los ecosistemas y de la estabilidad del país, por lo cual no se puede decir de manera olímpica que es mejor que se acabe el cese al fuego”.
Sin embargo, el acumulado de otras violaciones e incumplimientos, principalmente amenazas, retenes e incursiones, ocurridos en Chocó, Cauca y Antioquia, son algunos indicios de un problema que el cese al fuego simplemente no puede resolver. Y es que de acuerdo con la Defensoría del Pueblo, los principales grupos armados han experimentado un crecimiento en cuanto a los municipios y departamentos donde tienen presencia.
Mientras que el ELN creció aproximadamente un 50% desde el 2022, el Ejército Gaitanista de Colombia (EGC), más conocido como Clan del Golfo, pasó de tener presencia en 255 municipios a estar en cerca de 400, un crecimiento de más de 150%. Ese es, además, el grupo más grande en la actualidad: se estima que tiene cerca de 10 mil miembros, en comparación con los cinco mil que tendría el ELN.
Por su parte, las disidencias de las FARC no experimentaron un crecimiento tan pronunciado como el EGC, pero de las más de 200 acciones violentas que registró la Defensoría del Pueblo en 2023 y en lo que va del 2024, cerca del 80% fueron cometidas por el Estado Mayor Central, una de las organizaciones que se mantuvo en armas luego del acuerdo de La Habana.
Son precisamente estos dos grupos contra los cuales el ELN se ha mantenido en combate, principalmente en Cauca, Chocó, Antioquia y Bolívar, de acuerdo con el CERAC. Y a su vez, estos departamentos son los que han experimentado una continua crisis humanitaria.
En 2023, de acuerdo con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), el 30% de todas las personas que se desplazaron de forma masiva y el 28% de todas las personas que se desplazaron de forma individual provinieron de estos cuatro departamentos, y en todos ellos hubo un aumento considerable del fenómeno, siendo particularmente dramática la situación en Bolívar, pues se duplicó el número de desplazados en comparación con años anteriores.
De igual forma, la situación en Chocó se ha deteriorado. El año pasado el ELN decretó seis paros armados, supuestamente, en respuesta a la expansión del EGC, que llevó al confinamiento de más de 47 mil personas, eso es el 44% de todas las personas afectadas por esta problemática a nivel nacional. De acuerdo con el CICR, en lo que va de este año, se han dado otros 13 confinamientos que han afectado a más de 13 mil personas solo en ese departamento.
De acuerdo con el analista de datos del CERAC, todo esto da indicios de que efectivamente el cese al fuego con el ELN redujo la violencia directa perpetrada por el grupo guerrillero contra la población civil. Sin embargo, en su guerra contra otros grupos armados con los que rivaliza por territorio, la población ha quedado atrapada.
¿El mecanismo está funcionando?
Una problemática invisible del cese al fuego, pero que a la vez está a la vista de todos, es que de manera oficial no se sabe cuántas violaciones a los compromisos acordados han sido cometidas por el ELN y el Gobierno.
Esta debería ser una tarea del Mecanismo de Monitoreo y Verificación del Cese, mecanismo que, de acuerdo con varias fuentes, ha propiciado la liberación de plagiados por el ELN, sin embargo, no existe información pública sobre su misión de identificar, investigar y reportar una posible violación al acuerdo de cese al fuego.
“Es de manera precisa la instancia que realmente califica un hecho como una violación o como un incumplimiento, no el CERAC y no ha hecho ningún informe público ni se ha pronunciado sobre el tema”, señala David Correal.
Esto ha dejado la puerta abierta a contradicciones por los supuestos incumplimientos y a la idea de un doble estándar a la hora de evaluar posibles violaciones. “El gobierno no quiere reconocer y nombrar al ELN como grupo insurgente, sino que sigue categorizándolo como GAO”, acusó recientemente esa guerrilla desde la cuenta de la delegación en X. Las consecuencias de esta distinción las evidencia el CERAC en las 10 operaciones sin uso de la fuerza llevadas a cabo por el Ejército Nacional en contra del ELN en el transcurso del cese al fuego, y que resultaron en la captura de 15 miembros.
#Insurrección
— Delegación ELN (@DelegacionEln) July 15, 2024
He aquí el por qué, a pesar de haberlo acordado, el gobierno no quiere reconocer y nombrar al ELN como grupo insurgente, sino que sigue categorizándolo como GAO, en obediencia directa a lo dispuesto por las necesidades y estrategias del Comando Sur.@AntonioGaELN pic.twitter.com/KFHsZHYz3D
“Inicialmente dentro de los compromisos que tiene el gobierno nacional, es claramente no hacer inteligencia en contra del ELN y obviamente ningún tipo de acción ofensiva con el uso de la fuerza. Pero no está claro que el tema de las capturas sin el uso de la fuerza sea un incumplimiento.”, señala David Correal.
Actualmente, de acuerdo con lo que establecen los protocolos, si bien el mecanismo recoge, investiga y reporta a las partes incidentes que pueden ser violaciones a los compromisos, la mesa de diálogos es la “instancia superior” y la que toma decisiones al respecto. En otras palabras, las propias delegaciones del ELN y el Gobierno son las que definen qué es y qué no es una violación al cese al fuego.
“Desconocemos completamente el accionar del Mecanismo de verificación, o si hay algún tipo de condena. No sé si deba de pronto un acuerdo no público entre el ELN y el Gobierno, pero no sabemos qué tanto el mecanismo influye en la mesa de negociación”, explica David Correal.
De acuerdo con Carlos Arturo Velandia, el propio Mecanismo se ha convertido en un obstáculo para los diálogos. “Cuando dos partes en una guerra se sientan para buscar un acuerdo es para poner fin al conflicto. El objetivo no puede ser cuidar un cese al fuego. Se han tomado dos de los seis ciclos haciendo un balance del cese al fuego e intentando arreglar el mecanismo y no se avanzó en absolutamente nada”, argumenta Velandia.
Lo más preocupante de todo esto para el promotor de paz, es que el mecanismo sigue sin funcionar a pesar de todo el tiempo que se ha invertido en él: “No podemos monitorear el cese al fuego de manera eficaz, no genera reportes, no obliga a que se tomen acciones, y, sin embargo, se convierte eso en el centro de la discusión”.
Para Velandia, es innegable que el cese al fuego ha salvado vidas, más allá del impacto limitado que puede tener. Sin embargo, señala que ese mecanismo debe rediseñarse. “El monitoreo quedó amarrado a las partes para la elaboración de los informes y el conocimiento es confidencial, pues entonces nadie se entera de qué es lo que está pasando. Lo que hay que buscar hacer es rediseñar el mecanismo. De tal manera que funcione de forma autónoma con o sin participación de las partes”, señala Velandia.
Isegoría contactó a ambas delegaciones para indagar sobre sus posturas sobre el funcionamiento del mecanismo y sobre los avances en la búsqueda de una nueva prórroga, pero ambas se abstuvieron de responder a nuestras preguntas.
La necesidad de una prorroga
A horas de que finalice el cese al fuego, surge la pregunta acerca de las implicaciones de que no se renueve ese acuerdo. En cuanto a violencia, de acuerdo con David Correal, en el corto plazo no se esperaría un resurgimiento repentino de la violencia perpetrada por el ELN, principalmente porque en realidad la guerrilla nunca cesó la violencia indirecta como consecuencia de los distintos conflictos que enfrente contra el EMC, el EGC y la Segunda Marquetalia.
Sin embargo, los datos que dan cuenta de una reducción en los ataques directos y de la confrontación con la Fuerza Pública exponen la importancia de continuar con medidas de desescalamiento del conflicto. Por otra parte, surge la pregunta sobre cómo una no continuidad del cese afectaría las negociaciones, que ya están sumidas en una crisis prolongada.
Sin embargo, para Correa, hay antecedentes sobre negociaciones sin cese al fuego: “La posibilidad está. De hecho, tenemos un espejo que es el proceso de paz con la guerrilla de las FARC. El cese al fuego vino como consecuencia de los cinco puntos que se acordaron en medio de negociaciones sin cese al fuego”.
Para Velandia, este precedente también da pistas de cómo desescalar la violencia incluso sin un cese al fuego: “Durante el proceso de paz que se hizo con FARC no se pactó un solo cese de fuego intermedio. Y la disposición de las dos partes hizo posible desescalar. Las partes no quedan amarradas, solamente dependen de la buena voluntad y las FARC demostró una voluntad del carajo (…) Este desescalamiento puede ser la llave que le dé más agilidad al proceso”, agregó.